Recordada porque cantaba de la misma manera que hablaba, siendo un prototipo del canto arrabalero. En su forma de expresarse era frecuente el uso del lunfardo y de las vulgaridades, aun cuando salió de la pobreza y alcanzó una posición económica cómoda.
Se puede decir que se volvió una genuina representante del tango arrabalero, siendo una leyenda para muchos amantes del tango y considerada por algunos como la más grande.
Un recomendado sobre esta gran artista: Rosita Quiroga, en Tangos al Bardo, escrito por José María Otero.
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